Una obra de teatro llamada "El Papagayo".
Pasó un año entero y yo todavía me acuerdo de la cena en El Papagayo. Jay Rayner, un crítico gastronómico británico, dice que no toma apuntes cuando va a los restaurantes porque...
…el valor de la cena se mide según cuánto lográs recordar al día siguiente y yo creo que tiene razón.
Actualmente, ir a comer a un restaurante no es lo que era y hay más postureo para instagram que otra cosa. Y hasta me animo a decir que la mayoría de esas publicaciones son pagas, con lo cual no podemos darle mucha credibilidad.
Yo no soy una crítica gastronómica, creo que me falta mucho para eso. Sólo soy una chica que le encanta comer y escribir de lo que comió.
Espero que lo disfruten.
UNA OBRA DE TEATRO LLAMADA “EL PAPAGAYO”.
Al “Papagayo” lo conocí a través de una charla TED. Soy amante de las charlas ted y es muy fácil quedarme pegada horas frente a la pantalla. Un día como cualquier otro empecé con una, otra y después otra hasta llegar a la de Javier Rodriguez. Me apasionó su historia y todo lo que contaba me hacía querer estar en la Argentina en ese momento para ir a comer a su restaurante. Lo que me convenció fue la pasión con la que lo describió, incluyendo su grupo de trabajo.
Después de ese día empecé a ver, leer y escuchar cosas sobre Javier y El Papagayo en todos lados. Es como que el algoritmo me iba poniendo en el camino pequeños recordatorios de que tenía que ir a comer ahí algún día.
Vivo en Europa hace más de 6 años y no tenía planeado un viaje en ese entonces. Unos meses más tarde compramos los pasajes y sabía que tenía que conocer y probar ese lugar.
Me comuniqué con Agustina, que trabaja ahí hace unos años, para que nos reserve una mesa para dos. Le pedí recomendación si ir al almuerzo o la cena y las dos coincidimos que el turno noche tiene una mística distinta, así que concretamos para la noche. No quise mirar mucho la web y redes sociales porque quería que la experiencia fuera lo más auténtica posible.
Creo que a la cocina (y a los cocineros) no hay que entenderla, hay que degustarla con todos los sentidos: vista: para MIRAR todo; olfato: SINTIENDO los aromas no sólo de la comida sino del ambiente en general; oído: para ESCUCHAR lo que pasa a nuestro alrededor, la música, lo que pasa adentro de la cocina; gusto: para comer conscientemente, sintiendo todos sabores y tacto: porque la comida también se toca con las manos.
Cuando llegamos a la dirección pensé que estaba cerrado. La puerta enorme con un pequeño cartel me decía que estaba ahí. Tocamos el timbre, abrieron y lo primero que vi fue un gran telón. Nos pidieron el nombre para confirmar la reserva y, tal como si fuera un teatro, nos lo abrieron para que la función comenzara.
El Papagayo se caracteriza por ser un lugar angosto, largo y con los techos muy altos con una capacidad para unos 30 cubiertos.
Una instalación artística con 1500 piezas de cerámica hecha a mano cuelga del techo. Se llama “Bandada” y fue realizada en cerámica por Santiago Lena; quién también realizó la vajilla que utilizan. En la mesa hay una servilleta dispuesta de una manera muy similar a la obra de arte. Se puede escuchar el sonido de una música instrumental y la luz tenue hace que todo tenga sentido.
Imagen de @elpapagayo en instagram.
Nos acompañan a la mesa y nos entregan el guión (el menú) de lo que va a ocurrir esa noche -no puedo estar más entusiasmada que eso ocurra-. Junto con un vermout blanco probamos charcutería vegana hecha con verduras que ellos mismos cultivan. El show había comenzado y ése era el aperitivo.
Charcutería Vegana - @elpapagayo en instagram.
Siento mariposas en la panza como cuando está por empezar el concierto que llevas esperando toda tu vida. Empiezan a llegar los protagonistas junto con una selección de vinos de la bodega que acompañaba el menú esa semana.
Fueron 13 platos que pasaron uno después del otro como si fueran contando una historia. No lo podía creer.
En el primer acto probamos:
-Paté, tomillo y naranjas.
-Ricota, Flores y hierbas de estación.
-Papa: milhojas con langostinos.
- Espuma de levadura asada.



Lo mejor para el final: un huevo cocido a baja temperatura con arrope de chañar y crema ácida.
Para seguir, en el segundo acto:
-Berenjena, lomo y tomate.
-Caballa, aceitunas y pepino.
-Endivias, pan tostado y fondo de pollo.



En el menú decía que el siguiente plato era una humita y, al ser uno de mis platos favoritos, estaba muy expectante de cómo lo presentaría Javier.
Por supuesto que no me esperaba algo así, pero después del primer bocado no pude parar hasta terminarla. Quizás hay quienes piensan que eso no era una humita. Yo, sin embargo, soy de las cree que un plato puede tomar diversas formas siempre y cuando la esencia sea la misma. Esto no vale, por ejemplo, para una carbonara hecha con crema y bacon, ahí la esencia se fue a pasear.


Terminamos con una codorniz con zanahoria y miso.
El último acto, el que estaba esperando desde que me senté, empezó con queso azul, hinojo y miel fermentada como para limpiar el paladar y dar paso a la última escena de esta obra.
Cuando leí “Manzana con pochoclo” me imaginé la típica manzana acaramelada que vendían en el circo o en los parques de diversiones. Esa que para comerla era posible que tuvieras que dejar un diente. Confieso que cuando era chica me comía los pochoclos primero, después la chupaba como si fuera un chupetín para que se ablandara y finalmente me la comía. Terminaba con la boca toda manchada de rojo porque cómo creen que el caramelo es rojo? Si, le ponen colorante.
Cuando llegó el plato a la mesa no tenía nada que ver con lo que me había imaginado. Javier lo había hecho otra vez.
Nos faltaba un postre y tenía sentimientos encontrados. Quería probar lo que estaba detrás del nombre “Chocolate, maní y pomelo”, pero eso significaba que la cena llegaba a su fin.
Como conclusión puedo decir que El Papagayo no es para todo el mundo, pero todo el mundo si es para El Papagayo. Agradezco el día que me quedé pegada a la pantalla y descubrí a Javier y su historia en un video.
Me encanto!!!!!!!gracias por compartir esas sensaciones!!!